martes, 12 de abril de 2011

Vetusta Morla hablan sobre " Mapas "

Un texto escrito por el propio grupo sobre su próximo trabajo que se publica el próximo 3 de Mayo.

El próximo 3 de mayo vamos a dejar 12 canciones metiditas en una cesta en la orilla del río. Un suave empujón y quedarán a merced de la corriente, dejándonos un vacío que gira hasta convertirse en una vorágine dentro de nosotros. El pobre recipiente de mimbre va a ser zarandeado, va a zozobrar, casi a volcar. Va a ser el juguete de los remolinos, va a subir y bajar sobre las ondas mientras escucha, provenientes de la ribera, griteríos y cantos de sirena, dejando atrás casas, intersecciones, islas de ciudad, mirillas y retrovisores. 

Puede parecer cruel por nuestra parte, pero es justo lo que teníamos que hacer con la criatura: abandonarla. Dejarla a su suerte porque nosotros ya no le podemos dar más. Que pertenezca a otros, que la juzguen, que la ensanchen, que la muevan de acá para allá. Y que el torrente la convierta en lo que pudo ser y en lo que nunca quiso ser, en lo que nos hace grandes o miserables.

Y como queremos que apliquen su fuerza sobre ella todas las moléculas de la riada, la ponemos a disposición de los 4 vientos a través de un mecanismo que no podría tener un nombre más apropiado: “streaming”. 

A punto de darnos la vuelta y dejar la orilla, convencidos de haber cambiado con éxito el fuego por palabras, nos daremos cuenta que no le hemos puesto nombre. Mapas, sugiere alguien. Mapas de lo que somos, trazos de nuestras conquistas, fracasos pasados o en presente continuo, colecciones de medallas y arañazos. Mapas que nos ponen delante otro mapa sin leyenda con el que avanzar, construir, o, tan solo, entender el presente. 

Mapas también porque esas canciones son como planos que intentan representar una realidad inabarcable. Igual que un mapa, solo son una tosca proyección esquemática de un territorio personal, una reducción que es imperfecta y traicionera, pero que es la última esperanza para escapar de la soledad y la incomunicación más absolutas.

Mientras caminamos abandonando el cauce, intercambiaremos anécdotas sobre su nacimiento múltiple. Nos acordaremos de cómo sacó primero los pies y luego la cabeza. Primero en un recóndito lugar de Guipúzcoa, con todos nosotros empujando juntos en la misma habitación, como una parturienta que registra sus contracciones en una bobina magnética. Luego, en Madrid, salió la cabeza y le recortamos el pelo con unas tijeritas informáticas y le limpiamos las comisuras con un pañuelo digital, haciendo de la cirugía musical un acto gloriosamente anacrónico.

Justo cuando nos hayamos apartado lo suficiente como para que el rumor del agua esté a punto de desaparecer, desearemos en voz baja que, cuando el retoño llegue al final de su camino de baldosas amarillas, se acuerde de sus progenitores y nos envíe unas postales sin sellar. Para entonces ya estaremos eligiendo qué equipaje dejamos atrás y cuál cargamos en la espalda antes de iniciar el siguiente viaje… esta vez sin mapas.

1 comentario:

Paulina dijo...

Hola

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Saludos
Pau